Resulta curioso cómo en esta sociedad moderna, contínuamente conectada y con acceso instantáneo a innumerables recursos de información y datos, se produce en todos los ámbitos habidos y por haber, el desagradable efecto comúnmente denominado como desinformación.
Lo más crítico de todo esto, es que esta desinformación normalmente no viene dada por datos incorrectos o manipulados, es decir, no se basa en mentiras, sino más bien en medias verdades.
Imaginemos dos noticias ficticias que acabo de inventarme: “España, líder europeo en digitalización en 2021”, dónde se destaca que es el país que más ha crecido porcentualmente en digitalización en el último año, a gran distancia del resto de vecinos europeos, y otra totalmente contrapuesta: “España de nuevo en la cola de digitalización en Europa”, donde se señala que el país está a la cola de países digitalizados de modo sistemático año tras año.
Pues resulta que curiosamente, ambas noticias pueden ser verdad, es decir, puede que España esté en la cola de digitalización en Europa, y sin embargo el último ejercicio haya mejorado muchísimo, aunque ello no la haya sacado de estos últimos lugares. En todo caso, dependiendo de los intereses del medio, y a través de la recolección de datos sesgados, que aunque ciertos son minuciosamente seleccionados para dar a entender un mensaje u otro, el lector puede obtener 2 visiones muy contrapuestas: o bien que España va genial en digitalización, o que es un desastre absoluto.
Este preámbulo viene al hilo de que cuando tratamos de ver el estado del teletrabajo en España, nos vamos a encontrar también informaciones muy contradictorias, de modo que si no rascamos la superficie, puede que nos llevemos impresiones muy alejadas de la realidad, más teniendo en cuenta en ciertos ámbitos pasa a formar parte de un debate político, que como sabemos arrasa con todo posible juicio saludable.
Así, por un lado, hay argumentos para creer que el teletrabajo en España está en claro retroceso, y que el cambio definitivo que parecía avecinarse fue sólo un espejismo.
Y es que desde el fin de la pandemia provocada por el coronavirus, son muchas las empresas que han vuelto a sólo modo presencial, o que manteniendo un entorno mixto con parte presencial y de teletrabajo, el segundo ha disminuido significativamente en proporción respecto al primero. Un ejemplo lo tenemos en la banca, dónde se mantiene el teletrabajo, pero ahora de modo limitado, así el Santander sólo permite 16 días de teletrabajo al trimestre, Caixabank y Sabadell 6 días al mes y Bankinter 1 día a la semana.
Las cifras recientes tampoco son alentadoras, básicamente y de un modo frío, hemos pasado del 16,2% de teletrabajo alcanzado en el segundo trimestre del 2020, al 8% del tercer trimestre del 2021, con una caída bestial una vez pasado lo peor de la pandemia, y con un contexto dónde según el INE, aproximadamente el 35% de las personas podrían ejercer su actividad desde casa.
Y como último argumento podríamos decir que faltan mimbres de peso, por un lado está la mentalidad española, basada en medir el trabajo por horas presenciales en la oficina, en lugar de por productividad, una mentalidad muy difícil de cambiar, aunque contraste significativamente con lo que tenemos alrededor, y es que estamos a la cola de teletrabajo en Europa, tal y como puede comprobarse en este gráfico de Landgeist:
Pero es que además falta un claro apoyo gubernamental, ya que sí bien se ha conseguido sacar adelante una ley de teletrabajo recientemente, ésta en forma no ha contado con el visto bueno de los agentes sociales que más la han reclamado, y en la práctica no ha supuesto un impulso al sistema. Pero es que además la sensación es la de quedarse a medias, y un buen ejemplo es el reciente y polémico plan de ahorro energético, que para sorpresa de todos, termina de enterrar definitivamente cualquier mención al teletrabajo.
En este sentido, tampoco vale el discurso de que España no es Alemania, ya que los números dejan claro que vecinos como Portugal se lo han tomado más en serio, y los resultados están a la vista.
Así que si juntamos todo lo anterior y tratamos de sacar una conclusión, podemos quedarnos con que España es España, que el experimento de teletrabajo en la época covid ha terminado en rotundo fracaso, y que lo de ejercer la jornada laboral desde casa, sólo va con otros países con una mentalidad mucho más “europea”.
Sin embargo, antes de tomar conclusiones precipitadas, dediquemos unos minutos a ver los argumentos más halagüeños sobre el tema.
Y podemos comenzar con números, y es que a pesar del reciente retroceso, la penetración del teletrabajo en España ha subido mucho respecto a niveles pre pandemia, así en 2019 la media rondaba únicamente el 4%, prácticamente la mitad que ahora: https://www.ine.es/ss/Satellite?L=es_ES&c=INECifrasINE_C&cid=1259952649680&p=1254735116567&pagename=ProductosYServicios%2FINECifrasINE_C%2FPYSDetalleCifrasINE, y si vamos más atrás en el tiempo, la subida es todavía más significativa.
Por tanto, es indudable que hubo un boom del teletrabajo durante el covid, y que pasado lo peor de la pandemia cayó enormemente, pero con todo, las cifras ya estabilizadas, suponen un importante avance respecto a lo que había antes.
Para tener una perspectiva, según el Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad (ONTSI) en marzo del 2020, 3 de cada 4 personas nunca habían trabajado desde casa en España, este panorama ha cambiado mucho desde entonces: https://www.ontsi.es/es/publicaciones/el-teletrabajo-en-espana.
También comprobamos cómo determinados sectores han apostado de un modo claro por el teletrabajo, el mismo ONTSI cifra en un más del 80% la penetración de éste, ya sea en modo total o mixto, en los sectores Inmobiliario, y de Finanzas y Seguros. Pero es que en el sector TIC, que es dónde lógicamente tiene más sentido, casi 9 de cada 10 personas se benefician de esta modalidad (87,9%).
Dejando de lado los números, pasamos al tema de la mentalidad de trabajo, dónde difiere mucho la perspectiva de la pequeña empresa tradicional, que aboga más por el método presencial, en contraposición a las más grandes que ven cómo este cambio de metodología puede ahorrarles mucho dinero.
Así, según los cálculos de Blobal Worksplace Analytics: https://globalworkplaceanalytics.com/telecommuting-statistics, las empresas pueden ahorrarse aproximadamente 10.000€ anuales por empleado, simplemente permitiendo un 50% de tiempo en remoto.
Hablamos de ahorro en cuestiones como electricidad, alquileres o equipos, combinados además con una mejora del rendimiento del trabajador. En este sentido, está probado que la mejora de las condiciones laborales se traduce en un empleado más satisfecho, y con ello más productivo. Se reducen las tasas de ausentismo, y se retiene el talento, esta última cuestión que no es baladí, y que en EEUU está convirtiéndose en un verdadero problema.
Sin entrar de lleno, muchos trabajadores están cambiando de trabajo porque buscan una mejor conciliación. De modo que la empresa que dejan atrás se ve abocada a varios desafíos, por un lado encontrar nuevo talento de un nivel similar al que se ha marchado, por otro que ese talento ofrezca resultados lo antes posible, y por último que una vez este nuevo trabajador esté totalmente preparado y ofrezca un rendimiento óptimo, que no se marche igualmente porque el problema subyacente persiste. Y entre medias, la empresa además habrá tenido que incurrir en costosos procesos de selección o subcontratación de búsqueda de talento, y de posterior formación y aprendizaje a nuevos empleados.
Que algo se mueve queda patente cuando gigantes como Amazon han cancelado los planes de expansión de oficinas que tenían en marcha, y es significativo también que el espacio de oficinas en Londres está cada vez más vacío, alcanzando niveles de la crisis económica del 2008, o que en EEUU la ocupación de oficinas de las 10 mayores ciudades está al 40%, frente al 90% de niveles pre pandemia: https://www.nasdaq.com/articles/offices-are-empty.-whats-next. En España, que es lo que nos interesa en este artículo, no hay datos claros, pero se cifra en aproximadamente 2 millones de metros cuadrados de oficina los que están sin ocupar en Madrid y Barcelona.
En lo relativo al gobierno, aunque se ha quedado a medias de muchas cosas, está promoviendo el teletrabajo dentro del sector público, cuestión que provoca aún más atractivo al intento de opositar.
Y por último creo importante destacar el fenómeno global denominado como “Gran renuncia”, que da para un artículo dedicado, y que básicamente consiste en profesionales que están dejando sus empleos, incluso sin tener otra opción de trabajo detrás, porque tras el covid-19 hubo por decirlo de algún modo, un profundo cambio de chip o mentalidad. Es decir, millones de personas disfrutaron de una mejor conciliación, entre otras cosas por el teletrabajo, y ahora han optado por renunciar y dejar de trabajar, hasta encontrar “un buen trabajo” o “un trabajo justo”. En EEUU hay cifras impresionantes, y se cifra en más de 4,5 millones de dimisiones las que se producen al mes: https://fortune.com/2022/01/04/great-resignation-record-quit-rate-4-5-million/, lo cuál es un auténtico tsunami social.
Y al ser este un mundo globalizado, la ola llega a todas partes, incluyendo España, dónde el panorama laboral invita a menos experimentos porque por un lado hay niveles de paro escalofriantes, y por otro se fomenta mucho mantenerse en una misma empresa a través de bonificaciones varias (antigüedad, derecho a indemnización…), pero algo se atisba en el horizonte, y a pesar del contexto, a principios de año se han visto a más de 5.000 personas dejar su trabajo de manera voluntaria cada mes, lo cuál además de sorprendente, es un máximo histórico desde que se recogen datos de afiliación.
También hay hechos curiosos, como empleados que se han organizado y han decidido no volver al trabajo presencial cuando sus empresas así se lo han exigido, y lo más curioso es que en muchos casos ésta ha tenido que ceder ante la imposibilidad de seguir adelante sin estos profesionales difícilmente reemplazables. Hay diversos ejemplos en grandes tecnológicas, probablemente el más sonado en los medios es el de Apple, y eso que la empresa trató de conciliar abogando por un modelo mixto.
La “Gran renuncia” además se acompaña de la “Renuncia silenciosa”, que no es más que el hacer el mínimo imprescindible para mantenerte en la empresa. Es decir, algo así como acepto que no me queda más remedio que estar aquí, y decido desarrollar el trabajo pero “sin matarme”. En este sentido no se trata de trabajar mal y que se pueda dar lugar a reproches en el desarrollo del trabajo, más bien consiste en cosas como dejar de trabajar al 300%, implicarse más allá de lo estipulado en contrato, estar conectado cuando finaliza la jornada, o a realizar incontables horas extra.
Así que con todos estos datos, que no son pocos, llegamos al final, y como hemos visto hay argumentos para todos los gustos, de modo que la pregunta sigue en el aire, ¿ha fracasado el teletrabajo?.
Por aportar una visión personal, -y ojo quizá equivocada-, creo que se avecinan cambios, muchos cambios, pero son de tal calado que a lo mejor no van a la velocidad que muchos desean. En todo caso, creo interesante fijarnos no sólo en datos y noticias del exterior, sino en lo que tenemos alrededor de nuestro pequeño mundo, principalmente porque es una realidad que no nos cuenta nadie, sino que vivimos en primera persona.
Y en este sentido, yo lo que veo son diversos cambios que apuntan a una misma dirección, como que la mayoría de personas del sector IT a mi alrededor, están en una modalidad de teletrabajo mixto, o que varias personas que acumulaban una antigüedad en su empresa de más de 20 años se han cambiado por sorpresa en busca de una mejor conciliación, o que las típicas ofertas de trabajo en Linkedin o similar, destacan por encima de otras cosas si posee modalidad de teletrabajo, o que la mayoría de veces que realizas una videoconferencia con un profesional de fuera, éste se encuentra en su casa y no en la oficina, o que conversando con personas muy alejadas del ámbito IT, te cuenten que su empresa se está abriendo a este modus operandi, especialmente en tipo mixto.
En fin, veremos qué nos depara el futuro, la vida puede dar muchas vueltas.